Entender que el proceso salud – enfermedad es una parcela de la totalidad social en cuanto representa la expresión en el cuerpo y la psiquis humanos de los procesos sociales más generales, no es sólo una conceptualización o un ejercicio teórico, sino una manera de problematizar y de actuar.
Colocar dicho proceso en el sistema de las determinaciones sociales que operan en un marco global desde la etiología hasta la curación, constituye la posibilidad inicial de definir una política para la salud que permita abordar los problemas complejos de nuestro tiempo.
Intentar delinear acciones e intervenciones que no reproduzcan el reduccionismo biologicista, pero tampoco el mecanicismo que conduce al “le corresponde al de un nivel superior”, exige de sujetos capaces problematizar, de reconocer la distancia entre lo que sucede y lo que desean, para construir estrategias de intervención integrales y efectivas. En ese sentido, la búsqueda de la integralidad en el abordaje de un determinado problema o situación social, coloca en el centro la cuestión de la relación entre distintos sectores.
El tema de la intersectorialidad mantiene su vigencia por lo menos desde la década de 1980, impulsado originalmente por el sector de la salud. Actualmente, en el marco de “Salud en todas las políticas” se ha reconocido la necesidad de la exploración conjunta de innovaciones políticas, nuevos mecanismos e instrumentos, y mejores marcos normativos. (Declaración de Adelaida sobre la Salud en Todas las Políticas, OMS, Gobierno de Australia Meridional, Adelaida 2010)
El establecimiento y fortalecimiento de mecanismos intersectoriales de coordinación destinados a abordar los determinantes sociales de la salud constituye una de las líneas estratégicas fundamentales para lograr el acceso universal a la salud y la cobertura universal de salud (OMS, 2014), especialmente cuando se trata de problemáticas complejas.